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Conclusiones principales:

  • La gestión monetaria/macroeconómica será compleja para 2018.
  • Fue un acierto la decisión de atender el desequilibrio externo, permitiendo reducción de tasas de interés y aumento en el tipo de cambio. Los déficit externos son los que, según nuestra historia, provocan tarde o temprano restricciones de divisas y dificultades para crecer.
  • Por supuesto, debe insistirse con el objetivo desinflacionario, pero el mismo ocurrirá a un ritmo más lento que el previsto. La meta del 15% anual no será cumplida.
  • Es difícil pronosticar la ocurrencia o no de un límite al acceso de divisas en los mercados internacionales.
    • Por un lado, ya hay mucha presencia de activos argentinos (nacionales, sub-nacionales, corporativos) en las carteras de inversión globales, y el 2018 será testigo de graduales subas en las tasas de interés y mayor competencia por la liquidez. A su vez, los spreads de activos de alto rendimiento están en un piso y se puede comenzar un camino a su ampliación. En suma, es posible que ya hayamos visto los menores rendimientos de activos argentinos.
    • Por otro lado, existen pocas emisiones corporativas en EEUU, limitando la competencia por la liquidez mundial, y atenuando un poco el efecto anterior.
  • Los desafíos son los mismos que en los últimos años: cómo lograr un reacomodamiento cambiario duradero que permita complementar acciones a favor de una competitividad más estructural, de modo que entre ambas permitan incrementar el nivel de exportaciones. En este sentido, será crucial todos los esfuerzos en pos de un marco de entendimiento para orientar precios relativos (paritarias, tarifas, etc).

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