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La economía argentina se encuentra en un estado de letargo. A diferencia de otras ocasiones en el pasado no se vislumbran detonantes que puedan provocar una crisis al uso nostro, pero las inconsistencias domésticas tampoco permiten generar las condiciones básicas para un rebote vigoroso.

Si bien el frente fiscal luce un tanto apretado, lo cierto es que, con una mínima rectificación del rumbo, la situación es absolutamente manejable. El problema esencial es que el gobierno parece ir precisamente en la dirección opuesta. De esta forma, la economía pasa a estar cada vez más subordinada a la política.

Luego de la derrota electoral y la pérdida de las mayorías parlamentarias subsecuente, la impresión generalizada -aunque no compartida por LCG- era que se venía un tiempo de mayor apertura política del gobierno y consolidación de la oposición. Nada de eso ha ocurrido (al menos por el momento). El gobierno se encerró en sí mismo, logró recuperar la iniciativa política con la convocatoria al “diálogo” y los triunfos parlamentarios; y se envalentonó para abrir nuevos frentes (Iglesia, campo, Grupo Clarín, etc.).

La oposición le ha facilitado las cosas al aparente resurgimiento político del gobierno. El panradicalismo parece más preocupado en resolver sus tradicionales disputas internas (presidencia del Comité Nacional, candidato presidencial 2011, posiciones frente al diálogo gubernamental, etc.) que por consolidarse como una alternativa de poder para las próximas elecciones presidenciales.

En el caso del peronismo la situación es más compleja. Como habíamos adelantado, de las elecciones no emergió ningún referente capaz de aglutinar detrás de sí a los vastos sectores internos que reniegan del kirchnerismo. Algunos sufrieron magullones electorales (Schiaretti, Busti, Scioli), otros siguen envueltos en dudas (Reutemann), otros rompen sólo desde lo discursivo (Das Neves) y otros intentan erigirse como alternativa pero siguen fuera del PJ (Solá). En resumen, un escenario lo suficientemente atomizado como para que nadie quiera ser el primero en arrojar la piedra.

El gobierno equivoca la lectura política y se encuentra abocado en aprovechar la mayoría parlamentaria con fecha de vencimiento el 10 de diciembre, con el propósito de “profundizar” el modelo. Sin embargo, no debería sobrestimar su fortaleza relativa: su recomposición política del gobierno se explica una parte por las contradicciones propias de la oposición pero otra parte por la prudencia de la oposición (y parte del oficialismo) en no acorralar políticamente a un gobierno derrotado en las elecciones. Esta es la razón que subyace a la mayoría holgada que consiguió el gobierno en la discusión por las facultades delegadas.

Pero otra puede ser la historia cuando se discuta la distribución de los recursos. En los tiempos de bonanza, el Gobierno ha hecho de las transferencias discrecionales de recursos su principal herramienta de sometimiento político a las provincias. Con un margen fiscal más restringido, más acotada es la capacidad de disciplinar voluntades. La situación fiscal en muchas provincias es acuciante (poniendo el riesgo el pago de los salarios en tiempo y forma), y resulta muy difícil prever un escenario de discusión política ordenada tendiente a resolver esta cuestión de forma consensuada. Probablemente la cuestión fiscal provincial (y la consecuente disputa por la distribución la distribución de los recursos) sea el principal foco de conflicto en los tiempos que se avecinan.

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