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La economía argentina entró en un sendero de franca desaceleración, cuyos impactos ya resultan evidentes en distintas variables macro pero que próximamente comenzarán a palparse también en la calle. El efecto combinado del cepo cambiario y la apreciación del Peso impactarán sobre el empleo, en un contexto en el cual, a diferencia de lo sucedido en 2008-09, la inflación se mantiene firme a pesar de la menor actividad económica.
Esta estrechez económica detona un Gobierno que intenta hacerse lo más fuerte que puede, tercerizando el costo político del inevitable ajuste y concentrando la mayor cantidad de recursos posibles en sus manos con miras a las elecciones legislativas del año próximo.
En este contexto, las administraciones provinciales resultan de las más afectadas. No sólo reciben menos fondos sino que además les imponen más erogaciones. Esta dinámica afectará las estrategias políticas territoriales de cara a las elecciones del año que viene. En las mismas se jugará la suerte de la supremacía oficialista, entendida de dos maneras: no sólo importará si el Frente para la Victoria emerge victorioso sino también en qué medida CFK logra imponer sus candidatos más fieles hacia el interior de esa fuerza.
Algunos gobernadores, en especial los de provincias más grandes o los más blindados en términos de su situación fiscal local, intentarán paulatinamente usufructuar la pérdida de popularidad del cristinismo para defenderse frente a los avances políticos del Gobierno Nacional. Los casos más visibles serán seguramente De La Sota y Urtubey.
Scioli es un caso aparte ya que, no sólo no ha mostrado esa dosis de audacia en el enfrentamiento, sino que tiene las peores condiciones objetivas para una jugada de semejante. A la vulnerabilidad estructural y creciente en materia fiscal que tiene la provincia de Buenos Aires se le sumó ahora el accionar de un Gobierno Nacional que no ahorrará esfuerzos para complicarle la gestión cotidiana. El Gobernador cuenta a su favor con aspectos de orden subjetivo: está convencido de su aspiración presidencial y es quien mejor mide en las encuestas.
Un caso opuesto es Mauricio Macri. Debido al mayor margen de maniobra que genera la disponibilidad de recursos propios, Macri tiene las mejores condiciones objetivas. Pero los considerandos objetivos, entre ellos su debilidad para trascender el ámbito de la CABA y su incapacidad para despejar definitivamente las dudas con respecto a su voluntad de una real candidatura presidencial, conspiran contra sus posibilidades.
Falta aún un buen trecho para las elecciones legislativas del año próximo. Pero los escarceos recientes entre la Nación y los territorios subnacionales indican que el juego ha comenzado, y vale la pena analizar sus componentes principales.