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La grilla de largada para la carrera presidencial está completa. La semana pasada la Presidenta anunció finalmente que se presenta a la reelección, tal como sostuvimos en nuestros informes de abril y mayo a pesar de recurrentes rumores en dirección contraria. Y el sábado por la noche CFK develó a su acompañante en la fórmula oficialista: el actual Ministro de Economía, Amado Boudou. Unas horas antes había impuesto también a Gabriel Mariotto como candidato a Vicegobernador de Scioli en la Provincia de Buenos Aires.

Tanto las selecciones, incluyendo la conformación de las listas de legisladores nacionales y provinciales, como el proceso decisorio de gran concentración de poder en la Casa Rosada confirman algo sobre lo que veníamos advirtiendo en nuestros informes: una fuerte tendencia de Cristina Fernández de Kirchner a “desperonizar” una muy probable próxima administración suya.

Así, la CGT fue relegada a pesar de los reclamos de Moyano; y lo mismo pasó con los intendentes del Conurbano, que vieron sus territorios invadidos por postulantes pertenecientes a La Cámpora. Algo similar ocurre con varios actuales funcionarios del PEN que se transforman en candidatos a legisladores: hay un desplazamiento hacia el Legislativo de aquellos identificados con el PJ más tradicional, como podrían ser los casos de Aníbal Fernández o Julián Domínguez.

Las señales resultan bastante claras. En primer lugar, el “modelo” es llevado a la fórmula presidencial. A priori puede ser llamativo que el Ministro de Economía de un país que está en el podio de la inflación mundial sea candidato a vicepresidente, pero ello se explica por la satisfacción de vastos sectores ante estos años de crecimiento sostenido frente a la depresión económica de octubre de 1998 a mayo de 2002, y la caótica y costosa salida de la Convertibilidad.

Adicionalmente, tanto los motivos que la Presidenta enunció a la hora de elegir a su compañero como la señal de Mariotto interviniendo directa o indirectamente el potente aparato comunicacional de Scioli anticipan una profundización de la disputa con Clarín. Finalmente, hay una apuesta a la renovación generacional y una toma de distancia respecto de los aparatos ajenos: lo que el oficialismo pretende es tener un una amplia representación de legisladores con poca historia, que deban todo a la actual administración, de manera tal de garantizarse una fidelidad absoluta.

Es indudable que todo este proceso deja heridos significativos. Y hay quienes ya especulan con que ello puede volverse en contra del oficialismo en una eventual segunda vuelta. El motivo es que,  definidos todos los demás cargos, los intendentes y gobernadores tendrán escasos incentivos para contribuir a un triunfo de CFK en el ballottage. A ello se le suma el caso Schoklender, el escándalo del INADI y algún otro golpe por venir, más un calendario electoral que de aquí en más no favorecerá a la Casa Rosada (Capital Federal, Córdoba y Santa Fe), lo cual genera expectativas de reversión de la actual tendencia y potencial triunfo en algunos búnkers opositores.

Compartimos con esos diagnósticos que cuatro meses es una enormidad para los tiempos políticos argentinos. Pero allí terminan nuestras coincidencias. Creemos CFK será muy probablemente reelegida y que gobernará con una estructura nueva. Quizás más joven y más fiel, pero menos probada en circunstancias adversas.

Por ese motivo es que en este informe nos abocamos a describir lo que pensamos será la dinámica económica de los próximos cuatro años, comparándola con la que Argentina ha disfrutado desde 2003 hasta la actualidad. Serán tiempos distintos, menos sencillos y ciertamente con un equipo menos experimentado, lo que agranda los desafíos.

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