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El frente económico se mantiene artificialmente tranquilo. Con la estabilidad de la brecha cambiaria y el cierre de las paritarias, el consumo masivo empieza a mostrar algunos signos de reanimación. Y la profundización del atraso cambiario le hace perder impulso a la inflación, ya que el gobierno decidió que la corrección del tipo de cambio le corresponderá a la próxima administración.

En cambio, la política se mostró muy agitada. Las persistentes fugas que sufrió el Frente Renovador (que en su mayoría se trató de intendentes que volvieron al oficialismo) lo dejaron a Massa en una situación de evidente debilidad para negociar una unificación de la oposición. Por otra parte, la obsesión de Macri de preservar la “pureza” del PRO es otro factor que complica las negociaciones y que, al momento de las elecciones, puede afectar sus chances de llegar al balotaje. Si bien por ajustado margen y pendiente aún el escrutinio definitivo, contrariamente a las expectativas originales el PRO no pudo ganar la gobernación de Santa Fe.

Las últimas elecciones provinciales dejaron una sensación ambivalente para el oficialismo: la notable mejora de Perotti con respecto a las PASO en un territorio tradicionalmente hostil al kirchnerismo y la amplia victoria del oficialismo en las PASO de Chaco por un lado, se vio opacada por la dura derrota que sufrió Pichetto en Río Negro (pero que no puede ser capitalizada por ningún referente opositor). No obstante, y como habíamos adelantado, las sucesivas rondas electorales marcaban la recuperación de lo que denominamos el “kirchner-sciolismo”: candidatos oficialistas pero con un perfil claramente moderado.

En línea con esta secuencia, el kirchnerismo finalmente terminó por convencerse de que el único candidato oficialista que puede acercarse a una victoria en primera vuelta es Scioli. Para ello, decidió bajar la candidatura de Randazzo y elegir a Zannini como su candidato a vicepresidente y garante de la continuidad del “modelo”. Al respecto, no parece acertada la lectura de que se trató de un rendimiento incondicional de Scioli. Por lo pronto, le asegura monopolizar la candidatura presidencial del oficialismo, que fue siempre su objetivo último. Y no deben perderse de vista algunas señales al respecto: la relación personal de Scioli con su flamante candidato a vicepresidente es fluida y el kirchnerismo lo “autorizó” a declarar en los medios que había sido él quien eligió a Zannini. Por caso, hay que tener presente que en el ámbito legislativo bonaerense el sciolismo y La Cámpora han venido funcionando de forma muy aceitada.

La elección presidencial comienza a perfilarse como una lucha por los extremos. Detrás de la figura de Scioli se abroquela el kirchnerismo puro con La Cámpora a la cabeza en búsqueda del voto por la defensa del “proyecto”. Y el PRO saldrá a buscar el voto anti-K manteniendo la “pureza” en su armado político.

Más allá de la cuestión política, en el presente informe analizamos la situación macroeconómica en perspectiva histórica y evaluamos en qué medida representan un condicionante para el próximo gobierno. Si bien la actual es la transición más favorable de todas las que tuvieron lugar a partir de 1983, la magnitud de los desequilibrios acumulados en diversas variables (atraso cambiario, escasez de reservas y cepo, déficit fiscal, dinámica inflacionaria, estancamiento económico, desequilibrio de la balanza energética, etc.) hace que se necesite mucho más que “restaurar la confianza” para poder corregirlos progresivamente sin afectar la tasa de crecimiento de la economía.

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