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Hoy casi la tercera parte de la población es pobre; la pobreza en menores de 14 años sube a 45%. Las extrapolaciones no son fáciles y menos adecuadas, pero no creemos incurrir en una aberración si afirmamos que el solo paso del tiempo aportará fuerzas hacia el incremento en las tasas de pobreza e indigencia: esos chicos pobres crecerán con un déficit de desarrollo humano que afectará (sin dudas) su capacidad para realizarse y desempeñarse productivamente, incluso en un contexto de mayor actividad económica, con lo cual es muy probable que sigan siendo pobres de grandes. Y engendrarán otros chicos que podrían correr su misma suerte. La mala suerte de ser pobres.
Las líneas de pobreza son una construcción más política que científica, enfatizó el premio Nobel Angus Deaton. Pero cualesquiera sean las variables elegidas para definir al desarrollo humano y a la pobreza, la única manera de que esos chicos rompan con la lógica de perpetuidad intergeneracional de sus condiciones es que puedan adquirir mayores capacidades cognitivas y emocionales a partir de nuevos estímulos. En ese sentido, los resultados del análisis de este informe no son alentadores: casi el 30% de los chicos de entre 6 y 19 años presentan sobreedad o deserción escolar, en un sistema de evaluación que se nos antoja bastante laxo (por no tener información concluyente sobre esa laxitud). Ese porcentaje de sobreedad o deserción sube a casi 60% en los chicos de 16 y 17 años, cuando deberían estar concluyendo el secundario. Los exámenes Pisa, por otro lado, reflejan una magra asimilación de contenidos.
Frente a estos datos preocupantes, las instituciones educativas se encuentran en el centro de la escena. Pero la relevancia de raíces primarias psico-sociales es sin dudas elevada en un país como Argentina, y como tales, su grado de visibilidad para un diagnóstico es escaso. Ejemplos son la mirada, la atención, el afecto, el estímulo de las madres y padres hacia sus hijos; vastos segmentos de la población de niños y adolescentes se encuentran sin un sistema de identificación familiar virtuoso que los lleve a su desarrollo futuro. Y no han aparecido otras identificaciones positivas que la reemplacen. Si esta hipótesis es cierta, antes que la institución educativa lo que estaría fallando primariamente es el funcionamiento del grupo familiar y del entorno social. Así, muchos chicos están inmersos en un marco donde reinan palabras de violencia y desinterés, todo lo cual, lejos de tranquilizar su vivencia, los sumerge en la apatía, en la ruptura permanente o en la búsqueda de caminos alternativos para fortalecer su autoestima.
En el informe mostraremos que la sobreedad está estrechamente vinculada con los ingresos y educación de los padres, con el hacinamiento, con el hecho de si son dos los adultos a cargo o uno, o si el chico/adolescente trabaja o busca trabajo. En definitiva, el desempeño escolar se emparenta con la vivencia social cotidiana. Difícilmente esto pueda corregirse solamente cambiando métodos dentro del aula. Proponemos, complementariamente, configurar una Red de Tutorías masiva con el objeto de hacer un seguimiento y apoyo individual y grupal de alumnos en relación con los procesos de aprendizaje y el apoyo psicopedagógico para atender problemáticas particulares. Como importan tanto las variables individuales como las de contexto, el tutor se enfocará, además del refuerzo de temas académicos, a mejorar las relaciones interpersonales y el clima de convivencia en las escuelas apelando a la mediación, al diálogo entre partes, al involucramiento de los padres y a servir de nexo con las autoridades educativas. En última instancia, el objetivo es modificar el costo/beneficio de cada alumno por seguir la trayectoria escolar, incrementando su motivación, compromiso, confianza y autoestima.
Contamos hoy con una larga lista de urgencias sociales que deben ser atendidas, pero consideramos que el cuidado de la niñez y la adolescencia tiene que ser la mayor de las prioridades para poder romper en algún momento la lógica de sociedad dual que ya es tangible en la actualidad. Hemos presupuestado este esquema masivo de tutorías en 0,6% del PIB, y su financiamiento podría ser tanto nacional como provincial. Incluso, con mayor eficiencia, podría utilizarse en parte presupuesto ya utilizado en educación.
Como prioridad en el gasto, será necesario evaluar medidas compensatorias. No se trata de que algunos impulsan la ampliación de derechos, y otros la reducción de los mismos. Cuando algunos derechos están maniatados a una restricción presupuestaria, la verdad es que beneficio que se le da a alguien es otro beneficio que se le impide tener a alguien más. Y frente a la priorización, entendemos que el debate y el consenso aparecen como naturales, si deseamos que la solución sea duradera. Queremos ser muy enfáticos en la inevitabilidad de los acuerdos. El presupuesto nacional y provincial para 2016 de seguridad social, educación y salud fue de más de $ 2.000 MM. La cantidad de plata que se necesita para que los hogares pobres dejen de serlo en un enfoque exclusivamente de ingresos y dejando otras variables inalteradas es de $ 117 MM; nuestro presupuesto para un esquema masivo de tutorías como el que propondremos en este informe lo estimamos en $63 MM. Las pensiones no contributivas en su totalidad suman $ 100 MM. Hacer que los maestros ganen un 10% más en términos reales genera un gasto mayor en $ 155 MM. Son todos números muy grandes. ¿Se puede avanzar unilateralmente en esta priorización? La historia reciente muestra que es muy complicado. Hace un par de meses, el gobierno decidió cambiar un pequeño matiz de la fórmula de movilidad jubilatoria, desde la aplicación de un incorrecto interés simple a un correcto interés compuesto. El resultado fue casi una tragedia; y estaba en juego menos de 0,1% del PIB. Hace poco, se quiso avanzar contra los abusos en el otorgamiento de pensiones por discapacidad. Se eligió el camino incorrecto en el modo (unilateralmente) y en la secuencia (sacar todo primero, analizar después). Y se vivió otra marcha atrás.
¿Cómo lograr entonces cambios en la larga lista de prioridades que hay que modificar? ¿Cómo enfrentar la situación de que la seguridad social y su financiamiento están en una dinámica realmente insostenible que merece ser discutida y modificada? Luego de varios años de monólogo irreflexivo e improductivo, las acciones en singular predisponen mal al resto y encasillan en una imagen poco virtuosa a quien las ejerce. Finalmente, orientan a la propuesta a su más completo fracaso, poniendo mayor distancia respecto a los ideales originales. Los acuerdos que surgen del debate, en cambio, si bien más trajinados y costosos, no sólo propician una solución integral a las diversas restricciones (en la medida que se plantean como parte de un todo); también involucran y hacen responsable al otro, acotando las posiciones especulativas del amplio espectro político.
Desde el momento en que, por la precariedad y masividad de factores que atentan contra el desarrollo humano y las capacidades de los individuos, muchos recursos presupuestarios deben destinarse para lograr mínimas condiciones de vida, y dichos recursos provienen de la presión impositiva sobre el sector productivo, la planificación de cómo deben desarrollarse dichas capacidades para una definitiva inserción por parte de un segmento amplio de la población deja de ser un tema en la agenda de la justicia social para ser, simplemente, la única salida para atenuar la tensión entre bienestar (incluyendo el poder de compra del salario) y la competitividad o, en otras palabras, el único camino posible para que Argentina pueda contener una sociedad de clase media mayoritaria y un desarrollo económico sostenido.