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Comte de Lautréamont sentenció que “no hay nada menos extraño que las contradicciones que se descubren en el hombre”. Misma lógica parece aplicar a nivel agregado. Argentina está llena de contradicciones, quizás la más curiosa para la coyuntura sea que mediante el decreto 1177 se dispuso declarar al año 2019 como el año de las exportaciones estampando en cada documentación oficial esa leyenda. Mismo año donde empiezan a regir de lleno las retenciones a las exportaciones y la quita parcial de los reintegros. El único aliciente para fomentar las exportaciones parece haber sido el de la mejora de la competitividad a partir del salto devaluatorio, pero corridos 5 meses la inflación erosionó 17% de ese `beneficio´. Al mismo tiempo, pensamos que esta decisión de querer exportar más simplemente depende de nosotros. Quizás la idea de vivir con lo nuestro hizo que olvidemos mirar el contexto en cual está inserto nuestro país.
Independientemente del errado diagnóstico del Gobierno actual a inicios de 2016 y de las inconsistencias entre las distintas áreas de política económica, la crisis del 2018 tuvo su puntapié inicial en un contexto internacional más adverso. La mayor desconfianza en los países emergentes en un mundo donde la FED estaba empezando a retirar liquidez de los mercados y subía las tasas de interés generaron una reversión de flujo de capitales que el BCRA malinterpretó como una suba transitoria del tipo de cambio. Se deterioraron aún más los fundamentals y se cerró el crédito para nuestro país. En una economía abierta e integrada como pretende ser Argentina, la posibilidad de estos shocks siempre existe. Las políticas macro prudenciales pueden morigerarlos, pero nunca se debe soslayar el contexto financiero internacional. Y menos aun cuando Argentina es un país de los denominados ‘high beta’, es decir cuando hay un mal panorama internacional, las vulnerabilidades internas amplifican los shocks.
En este reporte repasaremos los principales canales por los cuales el contexto internacional puede influir en nuestra economía, y al final del informe presentamos nuestro índice de condiciones externas (ICE) donde se puede observar que no hay elementos suficientes para advertir que en 2019 soplarán vientos de cola, pero de todas formas el mundo no nos debería jugar una mala pasada.
El crecimiento de Brasil gracias a la promesa de reformas estructurales que impulsaron la confianza de empresas y consumidores en Brasil sumado a un tipo de cambio BRL/USD que se mantiene estable hacen que nuestro principal socio juegue a nuestro favor. Por otro lado, el resto de los países de la región, más allá de una dinámica despareja entre ellos, no tiene problemas de financiamiento que puedan contagiarnos.
En Estados Unidos una política fiscal expansiva sumado a una política monetaria neutral con un sesgo cada vez más laxo podría impulsar el ciclo más largo de crecimiento del país en los últimos 50 años. La zona euro no deslumbrará en términos de crecimiento. Los países que componen la unión monetaria están atrapados en discusiones estructurales, pero no parecen traer malas noticias más allá de un crecimiento magro que podría ralentizar el comercio internacional.
China se presenta como uno de los riesgos en 2019, pero creemos que el aterrizaje suave para su economía es posible. A pesar de la desaceleración del crecimiento de la segunda economía más grande, su tasa de crecimiento duplicará la tasa mundial. Por otro lado, aún cuentan con herramientas de políticas crediticias y de políticas de encajes para hacer frente a una caída de la actividad más acelerada de la deseada.
No vemos que pueda existir otro caso como el efecto de Turquía en 2018. Sin embargo, repasamos los países con déficits crónicos de cuenta corriente para identificar posibles riesgos. Entre estos países aparece Egipto, Marruecos y Pakistán como economías a las cuales poner un foco de atención.
El año de las exportaciones se da en un contexto de crecimiento del comercio internacional esperado del 4%, muy superior al 3% visto post crisis subprime. Creemos que podrá ser posible alcanzar el monto de exportaciones por US$ 74.000 M contemplado en el Presupuesto 2019, pero será más bien por el contexto internacional que por las políticas adoptadas internamente para cerrar el bache fiscal. Del lado financiero no hay grandes amenazas una vez que la FED ha decidido suavizar su programa de retiro de estímulos y el BCE no se desmarcará de esa estrategia. De hecho, la autoridad monetaria de la zona euro inyectará liquidez a partir de septiembre y se prolongarán hasta el 2021. Al mismo, y en la misma tónica que la FED, decidió postergar la suba de tasas hasta fines del 2020.
Las contradicciones no son sólo argentinas, Estados Unidos impulsa la guerra comercial con China e impuso aranceles para protegerse de las exportaciones de este último. La respuesta de China fue la de imponer trabajas a las importaciones de sojas estadounidenses[1]. Así y todo, para Estados Unidos las medidas arancelarias con sesgo proteccionista no tuvieron efecto en 2018 y el déficit comercial de Estados Unidos con China fue de US$ 460.000 M, casi 10% superior al del año anterior. En total, tuvo un déficit de US$ 700.000 M, el máximo valor de los últimos 10 años. Esta guerra comercial entre Estados Unidos y China amenaza en forma persistente la estabilidad internacional. Sin embargo, creemos que será un año de tensión, pero sin grandes efectos en la economía real.
[1] De hecho, las exportaciones de soja de EEUU a China cayeron 20% en 2018.