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El anuncio de C. Fernández abrió un amplio espectro de especulaciones. Algo que llama la atención de la campaña es que, por el momento, hay más nombres que ideas acerca de cómo gobernar después de diciembre. Argentina tiene problemas estructurales que difícilmente se puedan solucionar solo con un recambio de jugadores, independientemente del color de su camiseta.
La aparición de A. Fernández trae la novedad de que Argentina puede ir a ‘algo nuevo’, ni la falta de pericia de Cambiemos ni la incoherencia del último mandato de C. Fernández. Esa es quizás una de las noticias que hizo que los títulos no siguieran cayendo y el dólar haya detenido su marcha alcista, ya que se disipa el riesgo de dirigirse a una venezualización de la economía y la política argentina. Las primeras declaraciones de voceros autorizados por A. Fernández han despejado dudas acerca de la voluntad de honrar la deuda, han criticado al cepo cambiario y se pronunciaron en contra de la intervención del INDEC.
En términos de propuestas, Cambiemos, lento de reflejos, insiste en profundizar el modelo actual, algo muy poco seductor para un sector del electorado, incluso para sus votantes que están desencantados. Cambiemos en el poder garantiza un esfuerzo para cumplir con el programa del FMI sumado a un compromiso de bajar la inflación, aunque fracasó en estos últimos 3 años y medio.
Del otro lado de la vereda, la posibilidad de ir a un nuevo modelo es atractiva. Sin embargo, hasta el momento A. Fernández destacó la necesidad de consolidar el mercado interno al tiempo de fomentar la generación de dólares genuinos vía exportaciones. Esta idea es casi utópica: el mercado doméstico depende en gran medida de la recuperación de los salarios reales, algo que no es compatible con costos más bajos para lograr mayor competitividad.
El programa acordado con el FMI no ha podido con los problemas de Argentina. La inflación sigue elevada y hay que definir un plan en ese frente. La política anti-inflacionaria no puede ser solo tener una tasa de interés elevada y recesión y/o anclar el tipo de cambio. La cuenta corriente esperamos que siga siendo deficitaria a pesar de que la recesión llevó las importaciones por debajo de los US$ 60 mil millones de dólares. En caso de que la actividad se recupere, la restricción externa volverá a evidenciarse. Por otro lado, se deberá ganar nuevamente la confianza del mercado para afrontar los vencimientos de capital del año siguiente. Sobre todos estos temas aún hay pocas precisiones.
Sin embargo, a medida que se acerque el período electoral esperamos que aparezcan propuestas más concretas acerca de qué puede realizar cada espacio político. Resulta imperioso que Cambiemos proponga un cambio de rumbo para reconquistar a parte del electorado de 2015 que perdió en estos últimos dos años (reflejado en las 9 elecciones provinciales). Y Unidad Ciudadana deberá formular un plan viable acorde a los desafíos que enfrenta el país.
Lo que reflejan las elecciones provinciales y del análisis de las elecciones del 2015 es que las chances de definición en primera vuelta a favor de AF-CFK no son bajas. Sin embargo, esperamos asistir a meses de campaña muy polarizada donde seguramente habrá mucho de campaña sucia y pocas ideas limpias. De hecho, las alianzas que se están tejiendo tienen poco que ver acerca de cómo pensar el país a futuro, sino más bien parecen ser puramente electorales.
Si la economía no se ve afectada por el clima de la política esperamos que la misma llegue a octubre con una recuperación del salario real en el margen, y una inflación desacelerando gracias a un período de atraso del tipo de cambio real. Esto podría dar un poco de aire a Cambiemos para que no se lo estigmatice con su principal debilidad: la economía.
Por otro lado, Unidad Ciudadana mostrará su perfil más conciliador. La debilidad de ese espacio quizás es la corrupción y la degradación de las instituciones que quedan como recuerdo del último mandato de C. Fernández. Este espacio debe lograr una coalición lo suficientemente amplia como para desprenderse de la mala imagen que tiene el kirchnerismo para un sector del electorado que no tiene simpatía ni por Cambiemos ni por Unidad Ciudadana. Todavía no lo ha logrado.
En definitiva, ambos partidos estarán en pugna por el votante mediano. El primer paso lo dio Unidad Ciudadana. A. Fernández se muestra más dialoguista que C. Fernandez. Cambiemos por el contrario parece querer exacerbar los sentimientos de los extremos de la opinión pública y no muestra vocación para abrir su espacio a expresiones que puedan seducir al electorado.
De todas formas, Cambiemos aún no movió sus piezas y se enfrenta a un doble problema: cómo ganar las elecciones, pero también cómo gobernaría en un eventual segundo mandato con el grado de confrontación con la oposición. El próximo gobierno requerirá abordar problemáticas de fondo de nuestro país. Por el momento, mucha especulación y pocas ideas.