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La expectativa que despierta un cambio de gobierno son elevadas y el entusiasmo que recae sobre ello en materia económica también lo es. Más aún cuando los resultados de la actual gestión termirán con 3 de los 4 años de mandato con la economía en recesión.
- Fernández necesita generar optimismo porque el camino planteado por M. Macri terminó siendo muy costoso en términos sociales y aún pagando ese costo no pudo sentar las bases para una economía que pueda crecer. Por el contrario, la herencia de la herencia parece ser tan delicada como la que recibió el actual presidente.
Sábana corta en la realidad y promesas de grandes frazadas para una economía que se encuentra helada en una recesión que alcanza casi los 11 puntos de desempleo y una pobreza que terminará por encima del 35%. Estas promesas en realidad surgen de unos pilares o reglas básicas sobre los cuales A. Fernández, si es electo presidente, dirigirá su plan económico.
Dichos mandatos o reglas sobre los que construiría A. Fernández son todos deseables, pero inalcanzables todos al mismo tiempo. En el siguiente informe describiremos las inconsistencias que enfrenta abordar todos los objetivos. Sirve hacer el ejercicio mental de las restricciones objetivas con las que se enfrentará el próximo presidente a fin de advertir que la expectativa, que se transforma en una demanda social importante de cambio de rumbo, tiene condicionantes por el lado de la economía.
Sin dudas, los postulados de A. Fernández en su conjunto reflejan una macro sana y permitirán sentar las bases definitivas para alcanzar un crecimiento sostenido en el largo plazo. Pero en el contexto actual exigirán una precisión quirúrgica para desactivar los desequilibrios heredados sin que deterioros mayores en algún frente debiliten toda la economía. Un desafío similar al que enfrentaba Cambiemos, que no supo resolver con éxito.
El problema es que el punto de partida en cada uno de los pilares ya se encuentra muy estresado. A diferencia de la herencia que recibió Cambiemos, en esta oportunidad la deuda tampoco deja espacio para el gradualismo fiscal. Recurrir desmedidamente a la emisión debido a la falta de acceso a los mercados, como sugirió la diputada F. Vallejos, podría derivar en una inflación todavía más elevada. Tampoco es deseable que se recurra a atrasar el tipo de cambio en un contexto de control de capitales aprovechando el magro superávit comercial.
Avanzar en la dirección equivocada podría sí profundizar desequilibrios que serán difícil de resolver. Argentina no puede darse el lujo de esperar a caer en una nueva crisis para que la economía rebote. Debido a que hace más de 10 años que la economía no crece y el país sigue divergiendo del resto de la región y del mundo.
Aún el trayecto a octubre es largo, y luego el camino a diciembre también será complejo. La transición puede debilitar aún más cada uno de los pilares si la ambición política se eleva sobre la sensatez de blanquear a la sociedad el problema estructural de Argentina de tener una economía con muy bajo aumento de la productividad.