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A principios de noviembre el dirigente de la Confederación de los Trabajadores de la Economía Popular, Juan Grabois, advirtió al presidente electo que en la sociedad hay “mecha corta” en alusión a que no hay espacio para decepción del nuevo gobierno para con las personas en situación de pobreza.
La expresión de esta mecha corta está presente no sólo en lo social donde A. Fernández heredará una pobreza apenas por debajo del 40%, sino también en diversos aspectos. Los acreedores también tienen poca paciencia, por lo que la resolución del problema de la deuda se dará también dentro de este marco donde lo social no se puede marginar. Menos aún cuando los conflictos sociales en la región están en el centro de la escena.
Quizás lo más preocupante es que las expectativas acerca de la capacidad de gobernar de A. Fernández estén fundadas en su experiencia en el ejecutivo, la cual se dio en circunstancias completamente distintas: la economía y la política estarán más tensadas en 2020 que en 2003. La ilusión de poder gobernar como lo hacía N. Kirchner puede que haga darse de bruces al nuevo gobierno contra una realidad donde hay restricciones operativas. No hay margen para la improvisación. Tampoco para hacer política económica en base a un diagnóstico erróneo.
Si bien hay recursos ociosos, la economía está mucho más cerca de chocarse con la restricción externa ahora que en 2003. Por otro lado, la inflación y la memoria inflacionaria son mucho más elevadas en la actualidad que en los primeros años de gestión del kirchnerismo. A diferencia del 2003, ahora no se puede volver a vivir con lo nuestro, el país está en una situación deficitaria. También, en el ámbito internacional, la desaceleración del crecimiento global no es auspiciosa para nuestro país y los conflictos en los que está inmersa la región tampoco ayudan.
Desde el punto de vista de la política, creemos que se puede ganar legitimidad durante el ejercicio de un mandato aún cuando la legitimidad de origen sea acotada. Un buen ejemplo nuevamente es el gobierno de N. Kirchner. Sin embargo, en esta oportunidad no hay caja para grandes gestos, como por ejemplo el pago anticipado al FMI. El resto del marketing político, sin dinero, difícilmente se pueda realzar para la construcción de legitimidad.
Se puede ‘encender’ la actividad económica mediante emisión y, con ilusión monetaria, dar una imagen de recuperación de la economía. Sin embargo, los límites de ese modelo están muy cerca. Nuevamente, la restricción de recursos (riesgo de inflación) y/o la restricción externa aparecerán obligando a poner parches a ese modelo de reactivación.
Las chances de éxito en enderezar la situación económica y social, ex ante, parecen ser bajas. La gran incógnita que queda es cómo se moverá el presidente en el caso de que su plan no tenga éxito inmediato. Las opciones son al menos dos, radicalizarse en el kirchnerismo o tender al centro. Esta duda en parte se irá disipando cuando el nuevo gobierno vaya ejerciendo el mandato.