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Nuevamente el país se empantanó en la cuestión del dólar. En medio de la recesión, caída de salario, achicamiento de la economía, etc. lo urgente ocupa la agenda. Sucede que nuevamente el país no puede resolver el problema del nivel tipo de cambio. Esta cuestión no está aislada de los otros problemas de la economía, sino que es un síntoma que surge de lo ya mencionado.
La política fiscal expansiva del 2020 implicó emitir hasta el momento $ 1,5 Bn. Buena parte de la expansión fiscal se debe a programas específicos por la crisis sanitaria, otros obedecen al contexto, pero no son gastos directos de asistencia como el incremento de subsidios a la energía que refleja una decisión política de no querer modificar las tarifas en línea con la inflación.
Para el 2021 el ministro adelantó que buscará un déficit primario de 4,5% del PBI con una reasignación de más de 1 punto en gastos de capital, lo que Implicará el doble desafío de reducir el gasto de asistencia y, además, de otras partidas para darle lugar a esta reasignación del gasto.
Si bien no hay plan explícito, se deja ver que el Gobierno apuesta por una recuperación de la mano de la obra pública. La incertidumbre y la carga tributaria mataron la iniciativa privada. El sector público puede hacer despegar a la economía solo si consigue fuentes de financiamiento adicionales a la emisión monetaria.
Existió un espacio para remonetizar la economía argentina luego del programa de emisión cero de la gestión de G. Sandleris al frente del BCRA, pero eso está llegando a límites que se evidencian en la brecha cambiaria, la pérdida de reservas en un contexto de superávit comercial y la aceleración de la inflación. Cabe preguntarse cómo se financiará la cuenta corriente en un marco de recuperación del mercado interno. Nuevamente, las miradas se posarán sobre el mercado cambiario y resurgirá la cuestión del tipo de cambio. Esta vez, lo urgente (la brecha y el drenaje de dólares) es lo importante. Sin embargo, los intentos por bajar el tipo de cambio paralelo en lugar de corregir el tipo de cambio oficial no parece que puedan solucionar la cuestión. Por ahora, la respuesta de política no se condice con este diagnóstico.
En la tan mencionada por A. Fernández recuperación del 2003, el sector público y el privado pujaron con fuerza y la economía recuperó lo perdido para luego crecer durante casi de 5 años. Esto fue gracias a elevar el gasto en medio de una situación de tipo de cambio híper competitivo, lo que no aplica para los momentos actuales. Hoy la economía está ahogada. Con el sector público casi sin herramientas de financiamiento, hay que devolverle al sector privado algo de certidumbre y competitividad para que la recuperación no caiga solo en manos de la obra pública.
La única forma de hacerlo es atacando de raíz el problema que urge: el tipo de cambio. El nivel del tipo de cambio oficial una vez que se lo ajusta por presión tributaria no es alto, y el del contado con liquidación no es un nivel de overshooting. La productividad de la economía no está acorde a un dólar de $75, sino que éste debería estar por encima, más aún para compensar, como se dijo, el crecimiento de la presión tributaria.
La insistencia en “amigarse con el cepo” como sugirió C. Todesca es una declaración ideológica, un poco caprichosa. Del otro lado, F. Sturzenegger insiste en que la causalidad es inversa: la falta de dólares es a causa del cepo en un mundo donde existe abundancia de capital. En este caso, parecería que poco se aprendió del pasado. Traer dólares por cuenta financiera es endeudamiento, y en parte su abuso, es lo que condujo a la situación actual. Los extremos a veces se tocan. Todesca y Sturzenegger no parecen comprender que el nivel del tipo de cambio es inadecuado para los fundamentos reales de la economía.
Los costos de devaluar son conocidos: pulverización del salario y dinámica inflacionaria que se acelera en esa tensión por tener un tipo de cambio real más alto. Sobre la cuestión del salario, estamos en el peor de los mundos.
En los últimos 3 años, medidos al contado con liquidación se registra una caída de los salarios similar a la registrada a la salida de la Convertibilidad (-70%), pero, aun cuando ya hemos pagado el costo de la devaluación en el salario, las empresas no pueden todavía apropiarse de ese ´beneficio´.
Sobre la dinámica inflacionaria, vale decir que no devaluar es retrasar el problema. La emisión excesiva actual tratando de acelerar la actividad vía la pata fiscal llevará a inflación futura.
Si parte de los costos de la devaluación están siendo pagados y otros son inevitables, ¿por qué no aprovechar los beneficios del tipo de cambio alto? Es una cuestión que no es fácil de abordar. Devaluar y dejar a la economía operar con déficit fiscal no solucionaría nada, pero con un tipo de cambio alto se podría ir cediendo el lugar del gasto público a la iniciativa privada. El problema es que hay conflictos de temporalidad, la transición va a ser costosa económica y políticamente. Ningún gobierno en los últimos años se ha animado a realizar esta corrección.