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La estrategia que adoptó el Banco Central (salto devaluatorio, suba de las tasas de interés y cambio regulatorio a los bancos) logró poner paños fríos en el mercado: aun sin acceder al financiamiento externo, el Gobierno no debería tener mayores problemas en terminar el año con un nivel de reservas en el Banco Central apenas por debajo de los valores actuales.

Así, pudo desactivar el principal factor de incertidumbre que afectaba a la economía a principios de año: un drenaje insostenible de las reservas internacionales del Banco Central, que era la prioridad nº1 de la macro. Pero el Gobierno no debería perder de vista que tiene efectos colaterales no menores en términos de actividad económica. Al no encuadrar las medidas implementadas dentro de un plan integral, se vio imposibilitado de coordinar las expectativas del sector privado, amplificando el impacto del incipiente giro ortodoxo sobre la economía. Así, el efecto combinado de la devaluación, la caída del salario real, las dificultades laborales que empiezan a palparse en distintos sectores y las subas de las tasas de interés, impacta de lleno sobre la dinámica del consumo privado y la actividad económica, que en el 1T-14 se contrajo 1% en la comparación interanual.

Lejos de entrar en el “modo ajuste” que caracterizó a parte de la política económica en 2014, el gasto público aceleró fuertemente el ritmo de expansión (+43% en el 1B-14). Teniendo en cuenta que la estabilización de las reservas remueve el principal factor de absorción monetaria que tuvo la economía en 2013, la dinámica fiscal plantea todo un desafío en materia monetaria: para evitar un salto en el ritmo de crecimiento de la base monetaria, se requiere duplicar el stock de LEBAC en manos de los bancos.

Las urgencias cambiarias de enero sirvieron para terciar entre las distintas posiciones en materia de política económica: frente al escenario dramático de corrida sobre las reservas, CFK terminó aceptando las propuestas más ortodoxas de Fábrega. Pero las diferencias volvieron a aparecer: mientras Economía se preocupa por el parate de la actividad y prioriza el anclaje del tipo de cambio para tratar de quitarle algo de impulso a la inflación y evitar profundizar la caída del salario real, el BCRA preferiría sostener altas las tasas de interés para mantener a raya la brecha cambiaria e iniciar un proceso gradual de deslizamiento del tipo de cambio nominal.

Teniendo en cuenta cómo funciona el kirchnerismo en materia de decisiones económicas, resulta esperable que el Gobierno se tiente en seguir las recomendaciones de Kicillof. No se deberían minimizar los riesgos de esta estrategia: si el Gobierno vuelve a convalidar el atraso cambiario con depreciaciones bien por detrás de la inflación y simultáneamente profundiza la baja en las tasas de interés, más pronto que tarde la brecha entre el dólar oficial y el paralelo se ampliará y la incertidumbre cambiaria entrará nuevamente a escena.

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