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El Gobierno decidió hacer valer cuanto antes el poder derivado del 54% obtenido en las urnas. Los conflictos que parecían inevitables a lo largo del segundo mandato se precipitaron apenas realizado el acto de reasunción: la relación con Scioli, la ruptura con Moyano y la profundización de la política oficial contra los medios de comunicación. Las mayorías automáticas en las dos cámaras del Congreso aseguraron una aprobación express de leyes claves para el Gobierno: renovación de la emergencia económica, prórroga de impuestos (cheque, cigarrillos, retenciones a hidrocarburos), Presupuesto 2012, la vinculada a la producción de papel para diarios, la reforma del estatuto del peón rural, la ley antiterrorista, extranjerización de tierras, etc.
El Gobierno pudo contener la corrida contra el dólar pero al costo de costo de una suba abrupta en la tasa de interés nominal, de un salto en el tipo de cambio paralelo y de la implementación de un cuasi-desdoblamiento del mercado cambiario. El foco del Gobierno en materia económica parece estar puesto exclusivamente en el equilibrio de la oferta y demanda de dólares: eso explica la acumulación de funciones que recayeron en Moreno, que tendrá el control absoluto del comercio exterior.
Sin embargo, la escasez de dólares no parece ser el principal problema que deberá enfrentar la economía en 2012. A un contexto externo muy complejo (con una Europa que sigue sin encontrarle una salida a la crisis) se suman las señales negativas que el Gobierno le ha venido dando al sector privado para el 2012: una inflación que se mantendrá elevada, un tipo de cambio real que seguirá apreciándose, con trabas crecientes al acceso de bienes importados y a la posibilidad de remitir utilidades al exterior, y un escenario de creciente conflictividad laboral.
Así, la economía se encamina a una desaceleración significativa del ritmo de crecimiento (que prevemos en el rango 1-2% en el 2012) que permitirá, aunque por las “malas razones”, aliviar la presión en el mercado cambiario por el ajuste de las importaciones y el cuasi-desdoblamiento del mercado cambiario. A diferencia de los países de la región, las políticas implementadas durante la fase expansiva del ciclo limitan el margen de maniobra para el uso de políticas anticíclicas en la fase contractiva.
Un empeoramiento del contexto externo posibilitará que el Gobierno elabore un relato de cara a la sociedad que desligue las responsabilidades por la desaceleración de la actividad económica. Claro está, si a diferencia de lo que sucedió en 2009 (con una crisis muy fuerte pero de corta duración) el escenario de bajo crecimiento se prolonga en el tiempo, el Gobierno deberá empezar a pagar los costos políticos de una sociedad que votó mayoritariamente por la promesa oficial de “bonanza permanente”.