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A la espera de lo que pueda suceder con la convocatoria del 8N, el Gobierno centra la estrategia en tratar de pasar el difícil 2012 y apuesta a que la economía vuelva a traer buenas noticias el año próximo. En su lógica de traspasar el ajuste a terceros (como sucedió con las provincias), recientemente fue el turno de las empresas de seguros, que deberán destinar parte de sus carteras a financiar proyectos de inversión e infraestructura.

En materia financiera, a la incertidumbre generada por la pesificación de la deuda en dólares con legislación local del Chaco le siguió el fallo de la Cámara de Apelaciones de Nueva York, convalidando la solicitud de trato igualitario a los hold-outs. Esta decisión tomó por sorpresa al Gobierno y llevó a CFK a explicitar nuevamente que pagará los próximos compromisos en dólares, además de golpear las cotizaciones de los títulos nacionales con legislación extranjera.

Paradójicamente, un Gobierno que siempre sostuvo que el crecimiento económico dependió mucho más del fortalecimiento del mercado interno que de un contexto internacional extraordinariamente favorable, tiene todas sus esperanzas centradas en lo que puedan aportar la soja y la recuperación de Brasil. Como consecuencia de ello, vale la pena poner el foco en el desempeño de la economía brasileña en un contexto de más largo plazo.

Indudablemente, su mayor logro ha sido la mejora sostenida de los indicadores sociales, pese a haber mostrado una tasa de crecimiento promedio del PBI que en la última década fue de las más bajas de la región. Ahora bien, las dudas con respecto al futuro surgen porque se trató de un modelo de crecimiento muy focalizado en el aumento del consumo privado, que fue acompañado de un salto de magnitud en el nivel de endeudamiento de los hogares y, dadas las altas tasas de interés, con un peso elevado sobre los ingresos de las familias. Por otra parte, tampoco se observan cambios positivos en su estructura productiva: la industria viene perdiendo participación en el PBI, es bajo el ratio Inversión/PBI, aumentó fuerte el desequilibrio comercial intraindustrial y la contribución de las manufacturas en el aumento de las exportaciones fue marginal.

Obviamente, un manejo cuidadoso de la macro en la fase expansiva del ciclo le permitió al gobierno brasileño implementar políticas anticíclicas para intentar dinamizar la actividad (que empezó a mostrar signos de recuperación a partir de junio). No obstante, se debe ser cauto con respecto al futuro: la economía podrá responder a las medidas implementadas y crecer hasta un 4% en 2013, pero este pronóstico tiene más riesgos que en el pasado. Y no puede soslayarse el impacto que tendría una profundización de los problemas del mundo desarrollado sobre el sistema financiero brasileño, que duplicó su peso en la economía en la última década.

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